Enero fue un mes que se presto para opinar
sobre varias cosas. En esta nota elijo tres hechos concretos, para
hablar sobre la actitud de cierta gente cuando, en apariencia, se
vuelve necesario pronunciarse en las redes sociales y ejercer la
ciudadanía de alguna forma.
Cultura y Fe
Primero fue el tema del ex Cine
Plaza y la venta del mismo a un
grupo religioso de fuerte poderío económico. No voy a opinar acerca
del rol de las religiones en esta nota – hay mucha literatura
escrita al respecto –. Solo aclarar que no me gusta nada la pérdida
de espacios, del tipo que sean, frente a las religiones. De todas
maneras el punto es otro. Frente a lo anterior tuvimos lo que
generosamente llamo: “cómica propuesta”. Una carta dirigida al
gobierno, firmada por un alto cargo del mismo gobierno – el
Sociólogo Gustavo Leal – de “expropiar” para el Estado el
predio del ex Cine Plaza.
Luego de la propuesta se lanzo un sitio web en
donde la ciudadanía podía firmar, pronunciándose a favor de la
misma. Muchos firmaron argumentando todo lo que “se perdía” en
materia cultural con esa venta y que la expropiación era la forma de
que eso no pasara. Muy pocos se cuestionaron sobre la razón por la
que muchos compatriotas concurren a esos sitios y porqué el negocio
de la fe es un negocio tan rentable. Es ahí el lugar en donde en mi
opinión está la derrota cultural.
Uno puede tener una gran cantidad de cines
funcionando, pero si en ellos se pasan películas que reproducen
valores de culturas anglosajonas – en donde el éxito está basado
en el consumo – dudo que se esté haciendo algo por la cultura. Por
otro lado también se puede tener una sala de espectáculos que
indistintamente ofrece en su programación tanto a Ismael Serrano
como a Ricardo Fort y que tampoco aporta demasiado a la cultura con
ese criterio. Lo cierto es que cierta parte de la izquierda se
horrorizó con la venta, saliendo a defender la expropiación como la
manera de salvar a la cultura, sin cuestionarse demasiado que la
cultura no se impone sino que se construye. Como decía la murga “La
mojigata”: “Cultura no es un mate, es tu cabeza”. Habría que
complejizar un poco esas cuestiones, antes de agitar a la hinchada
con cuatro panfletos.
Cultura y Racismo
Por otro lado está la campaña "Borremos
al racismo del lenguaje", la cual es una iniciativa promovida
por la Casa de la Cultura Afrouruguaya. Busca recolectar firmas a
través de internet para eliminar la expresión “trabajar como un
negro” del diccionario de la RAE. Notarán que al igual que en la
campaña anterior, las firmas en el sitio son la manera de
pronunciarse. De la misma manera, muchos compatriotas firmaron y
publicitaron la web, porque claro, nadie puede estar en contra de una
“campaña antiracismo”. A su vez, fue muy poca la gente que salió
a decir que la campaña quizás no fuera la más acertada ya que esto
le quita importancia a la cultura, en la construcción del lenguaje.
Sin dudas que la campaña tiene fines muy
sanos. Pero quizá la manera de pelear contra el racismo, no sea
darle a entender a la gente que una institución puede regular el
lenguaje. Basta ir un poco para las fronteras nacionales con Brasil
para darse cuenta que el idioma no lo regulan ni las Instituciones ni
los Estados Nación. Supongamos por un momento que busca operar en
términos simbólicos y terminar con tantos años de opresión y
dejar de “evocar un pasado de sometimiento”. Según lo que
anteriormente dije, dudo que eso se borre de la memoria colectiva.
Pero si quitamos eso del diccionario – suponiendo que este fuera
importante – estamos desconociendo, ahí sí, que los negros fueron
esclavos y moneda de cambio en algún momento.
Cultura y Género.
Por último me voy a referir a las palabras de
José Mujica en la cumbre de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELaC) y la Unión Europea.
Mujica tuvo un acertado discurso al subrayar
que el mundo se dirige hacia la construcción de grandes núcleos
continentales y que América Latina está transitando por el camino
de la unidad que lo consolidará como bloque. Por otro lado Mujica
como en todas sus oratorias, valoró el rol más individual de los
seres humanos en el cambio social.
El mandatario consideró en especial, el rol de
la mujer. El presidente uruguayo
expresó: “hay que volver a la
familia y a la madre, no por razones tradicionales o instintivas,
sino por la ley fundamental de cómo funcionamos los primates, que no
podemos prescindir de la madre, que es la primera maestra formadora y
el primer instrumento de educación”.
“Creo que hay un enredo bárbaro en esto,
pero vale la pena gastar mucho tiempo y pensar en estas cosas. El
papel de la política con la mujer, pero no como se plantea: igualdad
de derechos, todo eso es obvio. El problema es que tiene la mujer la
clave de la vida humana y nunca se nos ocurrió jubilar a la mujer
que tiene 3, 4 hijos y atiende 3, 4 hijos y resaltarlo como la cosa
más importante que hay arriba del planeta: la enorme función de ser
madre y de estar comprometida con eso”,
dijo durante su alocución.
A mi gusto, es aquí la parte donde el
presidente le erró. Al intentar tener un gesto hacia las mujeres,
contribuyó a reproducir los esquemas de las sociedades patriarcales,
en las cuales la mujer es madre y el hombre es proveedor. Lo curioso
de todo esto, es que muchos militantes de izquierda salieron a
“defender” al presidente, acusando a quienes lo criticaron de
poco menos que estar boicoteando el proyecto que la izquierda tiene
para este país. Es evidente que el discurso de Mujica fue brillante,
pero hay un “detalle” que hay que señalarle. Eso no está mal.
Decirle a un compañero que quizá le haya errado es en verdad
revolucionario, y aceptar que nos equivocamos, también.
El problema es que está tan contaminada la
cancha, que plantearle una discrepancia a un compañero significa que
le querés encajar un candidato distinto al suyo para la presidencia,
que le querés deslegitimar o eliminarlos del espectro político.
Pero no; solo se trata de debatir con franqueza que sociedad
queremos.
La sociedad nueva, se debe construir
complejizando el rol de la cultura en la construcción de nuestras
formas de pensar, de actuar y de sentir. Sabiendo que una discusión
verdadera y sincera, está basada en lo que queremos para
nosotros mismos como seres humanos y en asumir nuestras
contradicciones para tratar de superarlas. Sin mezquindades, sin
internismos baratos y sin salir a agitar la primera bandera que se
nos cruce, solo porque la levanto otro compañero.
Ser de izquierda es ser revolucionarios, pero
no en términos de panfleto. Es revolucionar el pensamiento cada día
y la forma de transformar la vida. Existe una lucha por cambiar el
mundo, que es electoral y se da cada 5 años. Pero también hay otra,
que es cotidiana y contra uno mismo.